En aquellas comunidades donde hay una fuente de agua potable es infrecuente encontrar casos de malnutrición infantil. Así, cuando no hay acceso a agua potable y coger agua de las charcas (donde también beben los animales) es la única solución para las familias, los menores tienen más riesgos de sufrir esta enfermedad.
Benjamin Dinitola explica que compartir con los animales la misma poza de agua perjudica a los niños y niñas. El organismo de estos no está adaptado como el de una persona adulta, no se aclimata a esa agua y eso les provoca malnutrición. Por este motivo, parte de su trabajo es sensibilizar a las familias sobre lo fundamental que es practicar unos correctos hábitos de higiene.
El agua y el rol de la mujer
El análisis Progress on Drinking Water and Sanitation: 2012 Update, elaborado por la Organización Mundial de la Salud y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), recoge un estudio sobre 25 países del África subsahariana que estima que las mujeres y niñas son principalmente las personas encargadas de ir a recoger agua potable para la unidad familiar.
De ahí que encontremos regiones donde la mujer cuide a sus hijos e hijas, realice las labores del hogar, atienda al ganado y se ocupe de la huerta doméstica y, además, asuma el rol diario de traer el agua para las necesidades de la familia y el ganado.
La historia de Tesefehem Guirmai
Tesefehem Guirmai vive junto a su familia en Grisana, un barrio de la aldea Maernet, en Etiopía, donde residen más de 50 familias. Es madre de dos hijos y dos hijas.
Explica que las mujeres son las encargadas de ir a recoger agua: agua para cocinar, para lavar la ropa, para dar de beber a sus animales. Y que antes tardaban diariamente seis horas en ir y volver a por agua. ¿Lo imaginas?
Tesefehem Guirmai y el resto de las mujeres de su comunidad acudían a Shetila a por agua. Ella, acompañada de su hija, iba dos veces al día hasta allí. La primera a las cinco de la mañana y la segunda a las dos de la tarde. En cada uno de estos viajes traía 20 litros de agua.
Había ocasiones en que podía llevarse un burro, y entonces solo era necesario ir una vez al día a por agua. Pero no era lo normal, y ella y su hija debían enfrentarse a un camino peligroso donde podían encontrarse animales salvajes como las hienas. Además, a las mujeres embarazadas se les sumaba otra amenaza, el miedo a dar a luz en ese peregrinaje diario en busca de agua.
Ahora, Tesefehem Guirmai y las mujeres y niñas de su comunidad disponen de un pozo de agua potable que ha cambiado su calidad de vida. Aunque debe acudir igualmente dos veces al día, está situado a menor distancia de su hogar y tarda una hora en ir y volver de allí.
Esa fuente de agua le permite disponer de cinco horas para dedicarlas a otras tareas domésticas o actividades, como asistir a reuniones sobre salud, higiene o planificación familiar.
Agua y alimentación familiar
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte que el cambio climático, a través de las variaciones de los regímenes pluviométricos, las inundaciones o sequías tiene consecuencias sobre la productividad agrícola.
Las pequeñas familias agricultoras que dependen de sus cosechas para mantener a sus hijos e hijas ven peligrar sus medios de vida ante las transformaciones tan bruscas que experimenta el clima y que conllevan etapas muy secas o grandes inundaciones.
La historia de Nabonswendé Sawadogo
Nabonswendé Sawadogo vive en Wapassi, un pueblo de la comunidad de Pissila, en Burkina Faso. Está casado y tiene siete hijos e hijas.